Exposición colectiva de pintura, artistas de la Academia DV. Del 11 de Noviembre al 04 de Diciembre de 2004. Galería PEA, C/ Velázquez 43 28001 Madrid
Texto de Raúl Alonso
Una de las funciones fundamentales del arte es la de enseñar, transmitir unos saberes de orden temporal o trascendente, desconocidos por la gran masa de la ciudadanía. A consecuencia de este maestrazgo, el artista habla de hechos concretos que actualiza y aclara, incluso para la comprensión de los iletrados, o describe conceptos abstractos, tal y como lo hacen los relieves pétricos de las catedrales góticas o las pinturas del Renacimiento. En los dos supuestos, los elementos aludidos en la representación pueden tener un sentido dual: figurar únicamente su condición cotidiana o asumir, además, la categoría de símbolo.
A pesar de ciertos prejuicios, un determinado tipo de artistas, entre los que se encuentran Alejandro Decinti y Oscar Villalón, se mantienen perseverantes a una consagración poseedora de unos códigos de análisis y comunicación idóneos para adivinar e iluminar el universo en términos congruentes al hombre, algo que transmiten al nutrido grupo de alumnos que puntualmente acuden a sus talleres de arte como queda demostrado en esta interesante muestra.
Las pinturas aquí presentadas rezuman honestidad, cada obra es el testimonio de una aventura individual, singladura repetida una y otra vez, que debe ser recorrida por cada autor como si de un camino nuevo se tratase. Es éste uno de los datos que confiere un sentido especial a esta exposición, se trata de pinturas «de género» que nos muestran lo que va ocurriendo mientras ocurre. Dicho de otro modo, el relato se sobrepone a la escena, poniendo de manifiesto la modernidad de los trabajos.
Estos fines se consiguen mediante la capacidad para imitar todos los detalles de la realidad, o bien utilizando unas referencias, visibles o mentales, ordenadas con suficiente habilidad para ser transformadas en aquello que antes no existía, pero que es posible.
Se advierte el esfuerzo de muchos de los pintores aquí representados por empezar a tomar las cosas como son, sin empeñarse en juzgarlas, entonces es cuando dejan de buscar esto o lo otro y comienzan a confiar en el silencio que nos sale al encuentro en todas las cosas.
Repasar estas obras es comprobar cómo asoma la tentación de romper el orden previamente armado, buscando esa ruptura nunca desde el exceso ni desde la máxima reducción, sino desde una suerte de matices, leves pero significativos, que actúan como anuncio de un mundo que está detrás, a punto de aflorar.